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La fuga de máxima seguridad: un operativo orquestado desde lo interno

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La fuga de veinte reos de alta peligrosidad, entre ellos cabecillas de las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18, fue un operativo planificado y ejecutado con apoyo interno. No se trató de un error ni de una falla en los protocolos de seguridad, sino de una acción coordinada desde las más altas estructuras del Ministerio de Gobernación, según confirmaron múltiples fuentes de inteligencia y reportes oficiales recopilados tras el hecho.

Los nombres que aparecen en los reportes son contundentes: la 5ª viceministra de Gobernación, Claudia Palencia, y el ministro Francisco Jiménez. Ambos estarían implicados en una red de corrupción que ha operado durante meses dentro del sistema penitenciario.


Una estructura que vende impunidad

Fuentes consultadas señalan que Palencia ha dirigido una estructura interna encargada de negociar traslados de reos, facilitar asesinatos de testigos clave y organizar movimientos irregulares dentro de las cárceles.


El objetivo: garantizar el control de las pandillas y eliminar a quienes representen una amenaza para los intereses del crimen organizado.


Los sobornos, según los informes, alcanzan montos millonarios. A cambio, los funcionarios ofrecen traslados estratégicos o incluso la liberación encubierta de líderes criminales. Dentro de las cárceles más conflictivas —como Pavón y El Infiernito— se ha documentado un patrón de homicidios, desapariciones y “errores administrativos” que terminan en fugas.


Complicidad institucional

El papel del ministro Jiménez habría sido asegurar la cobertura institucional necesaria para que la fuga ocurriera sin obstáculos. Fuentes de seguridad afirman que hubo coordinación directa con mandos de la Policía Nacional Civil y el Ejército de Guatemala, quienes recibieron pagos a cambio de no intervenir.


El resultado fue una operación limpia: 20 reos salieron sin resistencia, con rutas de escape previamente aseguradas y sustitutos que se hicieron pasar por ellos durante semanas.


Impacto y consecuencias

Los fugados no son delincuentes comunes. Se trata de líderes de clicas que controlan redes de extorsión, sicariato y narcotráfico a nivel nacional. Su regreso a las calles representa un riesgo inmediato para la seguridad ciudadana, en un país donde las maras ya dominan amplios territorios.


La fuga ha provocado alertas en agencias de seguridad de Estados Unidos, que han trasladado informes urgentes a Washington y a la embajada en Guatemala. Estas agencias ya habían advertido sobre la infiltración del crimen organizado en el sistema penitenciario y su relación con funcionarios públicos.


Este episodio expone una red de corrupción sistemática que atraviesa los niveles más altos del gobierno. La fuga de los 20 reos no es un hecho aislado: es la evidencia de un sistema penitenciario controlado por intereses criminales y un Ministerio de Gobernación que ha perdido autoridad moral y operativa.


La gravedad del caso exige una investigación independiente e internacional. Guatemala enfrenta una crisis de Estado, donde la impunidad se ha institucionalizado y la justicia depende de quién paga más.


En un país donde el crimen sale por la puerta principal y los ciudadanos viven encerrados por miedo, la pregunta no es quién escapó, sino quién sigue gobernando.

 
 
 

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