En una escena digna de un drama político, el Presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, está en una búsqueda frenética junto a sus ministros y su bancada para lograr la aprobación del Estado de Calamidad. Sin embargo, sus esfuerzos han sido obstaculizados repetidamente por los diputados de otras bancadas, quienes han rechazado la propuesta con firmeza.
La insistencia del Presidente y su equipo ha levantado más de una ceja. ¿Por qué tanta prisa por declarar un Estado de Calamidad? Los críticos sospechan que esta medida no es más que una cortina de humo para ocultar malas prácticas y posibles actos de corrupción. La preocupación principal radica en que el Estado de Calamidad permitiría la violación de la ley de compras y contrataciones, facilitando adquisiciones directas de procedencia dudosa.
Las comparaciones con administraciones anteriores no se han hecho esperar. La población observa con una mezcla de incredulidad y resignación. Pareciera que la historia está destinada a repetirse, con políticos desesperados por aprobar medidas que, en teoría, deberían beneficiar al país, pero que en la práctica solo parecen enriquecer a unos pocos.
Los diputados argumentan que aprobar esta medida abriría la puerta a una repetición de los mismos abusos del pasado, donde los fondos públicos se desviaron para pagar las deudas de campañas políticas y otros compromisos oscuros.
El Presidente Arévalo, lejos de desanimarse, ha intensificado sus esfuerzos, pintando un panorama apocalíptico si no se aprueba el Estado de Calamidad. La bancada presidencial ha intentado, sin éxito, convencer al Congreso de las bondades de su propuesta. Sin embargo, los diputados se mantienen firmes, demandando transparencia y responsabilidad.
En medio de este embrollo, lo único claro es que la confianza en el gobierno está en un punto crítico. Los guatemaltecos se estarán preguntando si habrá un final diferente a este ciclo de calamidades y corrupción. Por ahora, el Presidente Arévalo sigue su cruzada, aunque cada vez más solo y cuestionado, en su desesperada carrera por un Estado de Calamidad que pocos creen necesario.
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